¿Te encargas tú de gestionar las reservas?

Esa es la pregunta que me formulo constantemente. ¿Cuántas son las veces que alguien pone en duda lo que digo? ¿Por qué no es creíble? ¿Acaso crees que es una cuestión de “a ti sí y a ti no”? ¿O que lanzo unos dados y que depende del valor decido si tengo mesa para ti o no?

Pues no, no se trata de ninguna de esas cuestiones. Se trata de un trabajo previo: de pensar, de organizar, de cuadrarlo todo. La recepción de un restaurante -o de un hotel- también tiene una mise-en-place al igual que una cocina, una sala,… cualquier cosa que necesite preparación previa tiene una mise-en-place. ¿Verdad que cuando vas a entrenar, calientas? ¿O que te tomas un vermut antes de comer para estimular el hambre cuando sales a comer? Pues también hay un trabajo previo a la gestión de reservas:

Habitualmente se tienen reservas para X día desde semanas antes. Hay gente muy precavida -cosa que aplaudo y agradezco- y te reserva con dos semanas de antelación. Otros, en cambio, esperan al último minuto para acordarse que es su aniversario de pareja y deciden salir a celebrarlo con una cena romántica. (Esto no lo aplaudo, por cierto). A medida que van pasando los días, se van cogiendo más reservas: en persona, por teléfono, por email, por plataformas de gestión de reservas… -TheFork, Google,…-

Estas reservas, se van asignando sobre la marcha en sus respectivas mesas sobre un plano (en mi caso, el que ofrece el sistema de TheFork) que corresponde al restaurante donde se trabaja. ¿Qué ocurre cuando llega el día que reservas? Pues que como has sido una persona decente y previsora y has reservado, tienes tu mesa: llegas, saludas (importante) y dices que tienes una reserva a N nombre. Y todo bien, porque tienes tu mesa lista con sus respectivos servicios y sillas. El problema viene cuando se presenta un walk-in, “un paso”, ALGUIEN SIN RESERVA, para que nos entendamos. Pues muchas veces, el casi-cliente dice “Ay, vaya, qué lástima. Otro día será”, y luego están los incrédulos que se piensan que los estás vacilando porque literalmente (y muchas veces en su idioma, el cual puedo comprender y hablar sin demasiado problema”) “qué dice esta, si hay muchas mesas vacías”, y te lo ponen en duda.

Un día, tuve que explicarles a unos casi-clientes-qué-pena-que-no-tengas-mesa-porque-eres-un-maleducado-gilipollas cómo funcionaban las reservas:

-¿Ve usted este plano con mesas de colorines naranja, azul y morado? pues mire, estas tres que están en naranja significa que son reservas y estos minutos encima de la mesa, indican a qué hora llegan. ¿Ve que precisamente corresponden las mesas naranjitas con las tres mesas reales que tengo en la terraza? Pues significa que no tengo mesa ahora mismo para ustedes porque están reservadas, y el hecho de que estén vacías no significa BAJO NINGÚN CONCEPTO que estén disponibles para aguantar su ego de mierda.

Dicho esto, por favor, si vais a un restaurante y os dicen que está completo aunque pase una bala de paja por la calle a modo de paisaje Western desértico, creedlos y no deis por culo.

Gracias.

Tengo mesa reservada en la terraza

Y si no me la das, me enfado y no respiro.

La historia de cada día: quiero una mesa en la terraza. Y ahora que estamos en plena pandemia mundial, razón de más para no querer una mesa en el comedor. ¿Para qué querer una mesa en el interior pudiendo evitar frío, calor barcelonés, viento, mosquitos y humo de tabaco ajeno? Pues por nada en concreto, pero como soy español y a cabezotas no nos gana nadie, pues por mis cojones que quiero una mesa en la terraza, aunque caigan chuzos de punta y el personal de sala pille una pneumonía cada dos semanas.

Sí, vale. A todos nos gusta el sol de invierno un domingo tomando una cañita, pero, ¿y si la previsión metereológica es desastrosa? Pues que sigo queriendo la mesa aunque haya una Dana con vientos huracanados a 130 km/h.

Disclaimer:

Una vez se ha tomado nota de la reserva y se ha avisado al cliente la situación metereológica, y ellos han aceptado, ya no hay vuelta atrás. PORQUE SÍ O SÍ, QUIERO MI MESA EN LA TERRAZA. ¿Qué ocurre después? Sencillamente que todas las reservas siguen una gestión. AKA, que si una mesa falla, o son más de los que reservaron, o quieren un cambio de mesa, se jodió la marrana.

  • – Hola, tengo una reserva para 4 en la terraza, a nombre de Perica de los Palotes.
  • – Sí, le acompaño a la mesa. Es esta de aquí.
  • – Gracias. Hace un poco de frío, ¿no? y está chispeando.
  • – Pues sí, la verdad, suerte que ustedes llevan abrigo, jeje… Aunque bueno, ya avisamos cuando llamaron para reservar que había previsión de lluvia para prácticamente todo el día y les ofrecimos la opción de tener una mesa en el comedor.
  • – Jejjeejejejej, sí…

Meanwhile, con el comedor lleno…

  • – Perdona, estamos en la mesa de fuera. Es que hace mucho viento, y llueve, y las estufas no son suficiente. ¿Verdad que tienes una mesa dentro?
  • – PUES NO SEÑORA, NO LA TENGO.
  • – ¿Cómo que no? si ahí veo una mesa de cuatro preparada y no hay nadie sentado.
  • – Esa mesa para cuatro está reservada para el turno de dentro de media hora, y va a estar ocupada.

Y aquí viene cuando te montan el pollo; por no haberlos obligado a reservar con antelación una mesa en el comedor sabiendo que iba a caer la del pulpo.

Estimados clientes:

Ustedes no son los que gestionan las reservas, por lo tanto tampoco saben la organización de las mesas, ni por qué una mesa está vacía, ni por qué no les voy a dar la mesa de la ventana, porque TODO tiene un motivo, y no voy a perder mi tiempo en explicarles cómo funciona la gestión de reservas en un restaurante. Porque no quiero, porque no lo van a entender y porque para gestionar las reservas ya estamos los que nos dedicamos a esto, no ustedes, que solamente tienen que venir a comer y disfrutar de un rato agradable. Así que, NO JUZGUEN, NO OPINEN, NO DEN «IDEAS» ABSURDAS SOBRE CÓMO DEBERÍAMOS HACER NUESTRO TRABAJO. ¿Verdad que un camarero no va a comprar una casa y le explica al comercial cómo debería vendérmela? Pues esto es lo mismo, los que hacemos nuestro trabajo sabemos cómo hacerlo. Gracias por su atención.

La culpa la tiene la hostelería

Sonará a cliché, pero hay que hablar sobre la repercusión de la Covid en el sector hostelero.

¿Habéis pasado unas buenas navidades, eh? Momentos de risas, comer hasta reventar, ir a la casa del pueblo a reencontrarte con tu familia… MEEEEEC, ERROOOOR. Y mientras, los restaurantes sacándose las castañas del fuego preparando menús take away a mansalva porque tienen que facturar de alguna manera para (ya no digo salir) mantenerse a flote.

¿Qué ha ocurrido después de las – validadas por nuestro gobierno – fiestas? Pues que volvemos a estar en la mierda. Tanto económica como saludablemente.

Y si tiramos para atrás, ¿qué tal fueron las vacaciones de verano? Todos – cumpliendo las respectivas normas de seguridad pertinentes – relajaditos en su hotel, tomándose un mojito en la tumbona de la piscina, yendo a la playa… pero, ¿qué pasa después? que nos volvemos gilipollas y exigentes cuando pasamos por la puerta del restaurante.

Señores, las normas son exactamente las mismas dentro y fuera del local de un restaurante, bar, etc.

Antes de pasar a una anécdota de este pasado verano, en un restaurante cuya seguridad era estricta, voy a hacer un recordatorio de las normas básicas que debe cumplir el cliente dentro de un local.

  • Adecuarse a los horarios y ser puntual. Ni antes, ni después de la hora acordada.
  • No amontonarse si hay cola de espera ( la cual debería ser nula si el cliente es obediente y acude al restaurante a la hora de la reserva) y esperar a ser atendido por el personal.
  • Ponerse gel hidroalcohólico nada más entrar ( el cual el mismo restaurante ya dispone, e incluso recuerda su uso ).
  • SÓLO sacarse la mascarilla cuando el cliente esté sentado a la mesa. Eso significa: que si tienes que ir a mear, te la pones. Que si tienes que salir a fumar, te la pones. Que si quieres ir a saludar al de la mesa de la otra punta del local, te la pones.
  • ¿Es necesario decir que también hay que lavarse las manitas después de hacer popó? HAYA VIRUS O NO, marranotes.

Creo que la parte del cliente es más o menos clara. El problema viene cuando el cliente no es consciente que el personal de restaurante también acata unas normas que, parece ser, pasan desapercibidas.

  • Hay la distancia establecida entre mesa y mesa.
  • Hay la ventilación adecuada (aunque el personal se esté muriendo ahogado en plena ola de calor).
  • Los cubiertos, y menaje en general, están repasados con antiséptico ( alcohol, vinagre, agüita hirviendo de la cafetera… ).
  • Los utensilios de aceiteras, saleros, etc, o bien se desinfectan después de cada uso, o se sirven de manera individual para que no haya cruce de gérmenes.
  • El personal de sala se desinfecta las manos antes y después de pasar o retirar un plato de la mesa.
  • No nos sacamos la mascarilla ni aunque estemos a 35ºC.
  • Hay un límite de aforo y de comensales por mesa.

Bien, después de hacer un recordatorio de cosas evidentes que deben estar más que aprendidas, pasaré al hecho en cuestión:

Un buen señor tenía una reserva para 6 comensales. Se le recordó el protocolo: gel para manos antes de entrar y uso de mascarilla desde la puerta hasta su mesa. El señor se ofendió; nos lió un cristo porque no le salía de los mismísimos cojones ponerse la mascarilla. Su familia lo mandó a callar y se la hicieron poner.

La liada no viene ahí. La liada viene cuando mi compañera de sala le da en mano su servilleta una vez el señor se sienta a la mesa:

– ¿Me estás diciendo que me ponga la mascarilla para ir por el restaurante y esta chica me da la servilleta con la mano habiendo tocado de todo?

Bueno, personalmente, no soy muy fan de entregar una servilleta de lino con las manos: se puede ofrecer teniéndola en una bandejita; se puede pincear; se puede dejar su plato de presentación con su correspondiente servilleta… en fin, qué os voy a contar yo de protocolo. El caso es que este señor, después de haber estado tomándose su mojito a la verita de la piscina, yendo a la playa pasándose por el forro de su bañador slip las normas de seguridad, nos viene a un equipo formado a enseñarnos cómo hacer nuestro trabajo, sin tener en cuenta que tenemos las manos literalmente quemadas del uso de gel.

Entonces, he aquí mi duda ( o recriminación ): ¿de verdad la hostelería se merece esto? Oficios como el nuestro, centros de estética, estudios de tatuaje, centros dentales… llevamos años de ventaja en las normas de seguridad. ¿Cuántas veces veis que se desinfecte / esterilice un vagón de metro después de cada uso? ¿Cuántas veces os ha tosido alguien en la cara mientras paseabais por el centro de Barcelona? ¿Cuántas veces os habéis comido el sobaco de un runner en el bus?

Primero, conciencia civil. Después, restricciones justas y con sentido moral, por favor. Que nos están jodiendo por todos lados. Que hay alquileres de locales que pagar, producción con su correspondiente precio de coste y personal que mantener.

Os lo dice una parada.

Tiempos de cambios

Dudo mucho que un cliente -o una persona que no se dedique a la hostelería- se haya planteado alguna vez qué es ofrecer tu vida entera a una profesión como esta.

En este post voy a abrirme y a explicar qué ha sido de mi vida estos últimos seis meses: pues solamente los más allegados saben realmente los motivos de por qué he dejado -no sé si temporal o definitivamente- esta «bonita y sacrificada» profesión.

Los que me han seguido desde el principio en esta «aventura tecnológica» (sí, desde mi famoso sueño lúcido) saben y conocen perfectamente mi pasión por este mundo, y consecuentemente, su lado oscuro.

Con este ejemplo me dirigiré fortuitamente a mmm… un banquero.

–  ¿A qué te dedicas?

–  Trabajo en las oficinas de un banco.

–  Pf, o sea, que robas.

Vamos a analizar esto:

  • La persona en cuestión que trabaja en el banco, no ha usado en ningún momento el término «banquero».
  • Se ha menospreciado o insultado a esta persona sin saber qué hace exactamente; qué puesto tiene y se ha dado por sentado algo que, posiblemente, no hace. En este caso, robar.

Si esta misma conversación la traducimos al ámbito hostelero sería algo así:

– ¿A qué te dedicas?

– Trabajo en un restaurante.

– ¿Camarero?

Los puntos comentados anteriormente son muy similares entre ambas situaciones. Lo único que cambia es el enfoque que se le da. Pues en el primer caso eres un banquero de puta madre que tiene un horario de 8 am a 3 pm; y en el segundo caso eres un camarero de mierda. Ahí es adónde quiero llegar: el poco valor que tiene esta profesión.

Estos dos últimos años he estado viviendo y trabajando en Menorca. Cabe esperar que es un destino vacacional; que el volumen de gente en verano es exagerado; que los turistas van a comer y no a opinar sobre cómo es el servicio (aunque siempre hay alguien que sigue haciendo críticas hijoputescas en TripAdvisor firmadas por domingueros que vienen de pasarse todo el día tostándose al sol cual lagarto en la playa) de un restaurante.

Cuando vivía en Barcelona tuve la suerte de ser empleada de un conocido restaurante de la ciudad, puntuado con una Estrella Michelin. En dicho restaurante aprendí, valoré y disfruté mi vocación. Por cosas del destino (o no) me mudé a la isla donde siempre quise vivir y trabajé en tres sitios distintos: uno como maître; otro como ayte. de camarero y en el último como ayte. y posteriormente como maître. Tengo que reconocer que fueron dos años muy complicados: pues me fui sola cargando el peso de una reciente ruptura amorosa y a un pueblo donde era «la nueva». Y lo más importante, a un lugar donde tus conocimientos tienen un valor absolutamente NULO.

Después de pasar un verano de pena, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: dejar la hostelería. Los tres meses de verano parecieron una eternidad. Los descansos entre turno y turno eran escasos. Los problemas o acontecimientos que ocurrían en la jornada laboral, era imposible no cargarlos a casa y a tus más allegados. El ÚNICO día libre era imposible desconectar. Los ratos para uno mismo se convertían en ratos para limpiar el piso; hacer lavadoras y demás «quéhaceres». Mi vida se convirtió en una no-vida.

Lo medité. Lo volví a meditar y me volví a Barcelona. Sabiendo que posiblemente no iba a tocar más la hostelería siempre y cuando no fuera desde el lado del que uno lo disfruta: el cliente.

Con esto quiero y deseo que no menospreciéis el trabajo de la gente que está metida en un restaurante. Sea la persona que limpia, la que cocina o la que te lleva el plato caliente a la mesa. Es un oficio MUY sacrificado y necesitamos que seamos valorados, al igual que en cualquier tipo de trabajo.

Y por último, nunca juzguéis un libro por su portada. Que una persona esté tatuada y/o vaya agujereada no significa que haya salido de la cárcel. Es muy probable que esa persona tenga muchos más conocimientos que una trajeada portando un maletín de piel de cocodrilo de la selva Amazónica.

Esta entrada no es un adiós, es un «seguiré cagándome en todo» :).

 

Alergias, intolerancias y nomesaledelco*comérmelo

¿Alguna vez se han planteado lo que es tener 20 clientes sentados y que 15 de ellos tengan restricciones alimenarias?

Hagamos un repaso de los diferentes casos que hay en una jornada laboral:

1/ Las alergias propiamente dichas. Éstas son las mortales. Las que si se te cuela un ingrediente o tienes la mala pata de contaminar un producto cruzadamente, la palmas. Tú como dueño / jefe de sala / empleado y tú como cliente. La palmas y además litealmente. Voy a aclarar lo que es una alergia, porque muchos clientes llaman para hacer una reserva “avisando que son alérgicos al ajo” cuando simplemente no les place tirarse un eructo con olorcillo a chorizo de hace tres días.

Una alergia, es un conjunto de alteraciones de carácter respiratorio, nervioso o eruptivo que se producen en el sistema inmunológico por una extrema sensibilidad del organismo a ciertas sustancias a las que ha sido expuesto.

Además de presentar unos síntomas claros, como el picor cutáneo, a muy malas este picor empieza en la boca y garganta y puede provocar un shock anafiláctico, que es cuando la garganta se hincha y no te permite respirar, y la palmas. Eso lo puede llegar a provocar la ingesta de cualquier alimento y es súper importante que el personal de un restaurante sea conciente de dicha alergia para evitar desgracias.

2/ Intolerancias. Es otro de los casos más comunes presentes en los restaurates, siendo los más conocidos la intolerancia al gluten ( conjunto de proteínas que se hallan principalmente en las harinas de trigo ) o a la lactosa ( azúcar que se encuentra en la leche de los mamíferos ).

Los síntomas de una intolerancia son distintos a los de una alergia. Pues normalmente su sintomatología se manifiesta ( además de manchas cutáneas en algunos casos ) en los intestinos. Provocan diarreas ( normalmente unas horas después de su ingesta ), dolores abdominales, estreñimiento y náuseas, entre otros.

Una intolerancia debe ser también, comunicada al personal de sala.

3/ “No es alergia, ni intolerancia. No me sienta bien. Estoy con la dieta Dunkan. Se me agranda un huevo si me alimento de oxígeno.” Y ésto, señores, es lo que más nos toca la poll*. Estamos ante unas enfermedades que pueden provocar la muerte. Situaciones en las que hay que ser audaces e ir con mucho cuidado para no poner la vida de un cliente en peligro. Muchos clientes no saben lo que supone hacer un menú a medida para un celíaco, un diabético o para una persona que tiene alergia a los frutos secos. Si un cliente nos comunica al reservar, que tienen una alergia a algo, nosotros como trabajadores movemos cielo y tierra para que pueda disfrutar de una comida o cena sin la necesidad de sentirse desplazado o diferente al resto de los comensales por comer “diferente”.

Pero si un cliente nos comunica que tiene una alergia o intolerancia, tenemos una mise en place especial para dicho cliente, y finalmente nos dice “nah, no es que sea alergia, es que el ajo me sienta mal”, para nosotros es una santa putada porque hemos hecho dos trabajos distintos y perdiendo tiempo en una persona que podría haber sido aprovechado para otra que tendría un problema más serio o simplemente, un problema de verdad.

En este último caso, también me dirijo a las influencers que quieren mantener el tipo y sólo se alimentan del aire; de las dietas extrañas que están de moda ( pocos carbohidratos y estupideces varias ); y/o trastornos psicológicos/alimentícios. Éstos, mejor quedaos en casa y preparaos la comida a vuestro antojo.

Las alergias y las intolerancias son unos temas muy serios, así que no hagan que nos preocupemos por tonterías ni hagan que pasemos por alto enfermedades de verdad.

Vamos al Chikipark

Ha pasado un año. Ni más ni menos. Un año para darme cuenta y procesar en mi cabecita que los niños son unos energúmenos que como clientes son lo peor que puede existir en la faz de la Tierra.

Este verano pasado, turno de noche, temperatura de unos 35ºC en la calle, humedad relativa del 90 %, restaurante a petar, gente hambrienta e impaciente… vamos, todos los ingredientes óptimos para crear el Cocktail ganador para la WorldClass Embassy 2018.

Al caso, nos reservan una mesa para 12 personas (sin especificar qué clase de humanos). Aparecen, efectivamente, 12 personas a la hora «acordada». Lo pongo entre » porque al ser españoles dudo bastante que llegasen a tiempo. Entre esas 12 personas pongamos que 6 eran adultos y 6 eran grggrrrgrgr NIÑOS (futuuuro, futuuuuro). A lo que una de las madres nos dice:

– Ay, ¿os importa que nosotros estemos sentados a la mesa cenando, y dejamos a los niños jugando en el patio?

(Aclaro que disponíamos de un patio interior, donde el cual no podíamos servir comidas ya que el ayuntamiento de nuestro pueblo tiene una ley que impide poder hacer uso de patios interiores dentro del casco antiguo a no ser que dispongas de una licencia que te permita hacerlo).

– …así, vosotros estáis al tanto de ellos y nosotros cenamos tranquilamente.

– Em… ¿perdón? no, los niños tienen que sentarse a una mesa porque nosotros nos dedicamos a servir comida, no a cuidar de niños malcriados. (Creo que eso de malcriados no terminó de salir de nuestras bocas).

Y aquí viene cuando me despacho más a gusto que un arbusto con un par de aclaraciones (o dudas):

1 ) ¿Tanto te la suda que tu hijo se pegue un hostiazo haciendo el monguer por el patio mientras tú hablas de fútbol con tus coleguis?

2 ) ¿Tan mala madre – o padre – eres que te sientes incapaz de dejar a tus hijos con una persona cuidadora para que tú puedas disfrutar una cena como Dios manda?

3 ) ¿Qué cojones os pensáis que somos el personal de sala de un restaurante? Esto es quizá lo que más me indigna…

4 ) ¿Qué clase de lugar te piensas que es un restaurante y cómo puedes tener el morro de pedir al personal de sala que se hagan cargo de estar por los niños para que no la líen?

5 ) Los restaurantes son sitios para llegar, sentarse, comer, e irse. Nada más. Que haya un patio, o un jardín no significa que sea un lugar de ocio o una piscina de bolas para soltar a los perr… digo a los niños.

Ahora, me gustaría que la gente entienda por qué muchos restaurantes preguntamos si son adultos o niños a la hora de tomar nota de una reserva, y en muchos casos advertir que no está permitida la entrada de niños menores de 12 (por decir una edad) años a dichos establecimientos. ¿Motivos? Por ejemplo el ya comentado, además que los niños no suelen comer lo mismo que un adulto, ni en cantidad ni en gustos, y muchos restaurantes no están dispuestos a preparar nuggets de pollo o macarrones con salsa Solís (o Ketchup) porque tu hijo sea incapaz de comer comida normal.

Y con esto y un bizcocho, si tener hijos implica entorpecer vuestras salidas de ocio, haberlo pensado antes :).

Hasta la próxima entrada… que no será en mayo de 2019.

 

Steak Tartare

Una cosita… si usted a mí me dice «quiero un estíc» yo le traigo un palo. Pero la cosa cambia cuando usted me pida un «stéic». Pero si encima me pregunta si el «estíc» es de carne o atún… directamente lo mando a la miércoles. (Autocorrector carbón…)

Un Riberita

Sisisisis… he vuelto por navidad como el turrón. El motivo es que dejé un restaurante maravilloso donde aprendí, y vi que el mundo no está tan plagado de «malos clientes» como pensaba y no tenía apenas queja del público al que me dirigía. Pero las cosas han cambiado… pues me he mudado y por consecuente he cambiado de restaurante y mi rabia contenida (que creía desvanecida) ha vuelto a aflorar. Parece ser que sólo voy a escribir cuando me caiga mal un cliente…

Pues bien, en su momento ya hablé del vino, pero me he vuelto a topar con esa gente que todavía vive en el pasado, en los Rioja, Riberita y verdejitos. Y su puta madre. Y algún que otro AMPURDÁN… que como catalana que soy me han sangrado los hojos y los dedos con sólo teclearlo.

Hará un par de semanas me pidieron una copa de… crianza. A secas. Tan ancho. Lo miré, me miró… y le enarqué las cejas. Y encima me las enarcó también con cara de «no me digas que no sabes qué es un crianza… por favor, niñata». Es como si yo voy aun restaurante y pido… no sé… una copa de barrica y me quedo tan ancha. Pues el señor quería una copa de Rioja Crianza. Por supuesto. Espere señor que lo tengo preparado para usted. Junto con las botellas de cava calentándose en el horno.

Luego están las señoras tipo Lomana que piensan que Verdejo es… un tipo de vino (como el que pide Lambrusco), o una zona… o un zumo de piña tropical de una playa Caribeña con un negro abanicándote mientras la chacha te hace las uñas de los pies. Lo curioso es que si les dices «no tenemos Verdejo a copas pero podemos reco…» MEEEEC ERROR. No. Me enfado y no respiro. Y ni se dejan asesorar y ni se dejan hacer entender que el MALDITO Verdejo es una p*** uva que NO necesariamente tiene que estar cosechada en Rueda. ( Querida Lomana, Rueda es una Denominación de Origen. De nada).

Y por último. Mis queridos señores con bigote, suéter atado al cuello, gemelos de oro, alguna que otra banderita escondida… ( o no ). POR QUÉ COJINES ( este autocorrector… ) LE TIENE USTED QUE LLAMAR RIBERITA? ES PEQUEÑO? ES AMIGUITA SUYA? TAMPOCO SABE QUE RIBERA DEL DUERO ES UNA SANTA D.O.? Vale, que yo entiendo que no hay una escuela de clientes ( como diría mi padre ). Pero del mismo modo que sabe cómo se hace una esferificación gracias a MasterChef, documéntese un poquito o almenos échele un vistazo a la carta de vinos, que para eso nos estamos un maldito mes trabajando en ella! Para algo existen sommeliers, no sólamente para abrir y servir un vino.

…he dicho.

Por cierto, no es que me haya dejado los símbolos de admiración/interrogación ni que sea una vaga ( que también ). Es que tengo el teclado configurado al catalán y simplemente no existen. Y me da palo desconfigurarlo. No vaya a ser que le salgan gemelos de oro a mi pobre y catalanizado iPad.

Los cubiertos

No entiendo por qué, si yo marco los cubiertos con cierta distancia entre ellos (para que quepa el plato), cuando llego cargada con 40 platos me encuentro los cubiertos con una distancia menor. ¿Cómo mierdas quiere que le coloque el plato en la mesa, si usted me ha removido los cubiertos y encima es consciente que no tengo manos libres? ¿Se lo sirvo con la boca mientras yo me encargo de recolocarle los cubiertos como estaban al principio? Y ya ni hablemos cuando les da por colocar los cubiertos en cruz, o en paralelo justo donde debería ir el plato. ¡Deje los cubiertos quietecitos, que no le han hecho nada!

Y luego están los histéricos que se creen que tienen una batería en la mesa y se hacen un solo con los cubiertos a modo de baquetas. Si los vasos son Duralex… mire, haga lo que le dé la gana -si son Duralex se pueden imaginar de qué tipo de restaurante hablamos-, pero si son unas copas Riedel, lo único que puede conseguir con su solo de batería es, liarla. Y mucho. Y encima decir «uy, se ha roto la copa»…

Pero luego llega el mosqueo en el momento que marcas la mesa con sus correspondientes cubiertos, llegas con su correspondiente plato y… ¡Taráaa! Uno de los cubiertos ha desaparecido. En ese caso… corramos un tupido velo y hagámonos los tontos y sobretodo, ¡no hay que desconfiar del cliente! Y lo digo yo, que me llevé un tenedor del 7 Portes.

Entonces llega el momento de retirar la mesa. Lo correcto sería que si retiramos un plato, retiramos con él los cubiertos -estén usados o no-. Pero resulta que tienes un cliente juguetón que se pasa la cuchara entre dedo y dedo, la chupa y la rechupa, y no se da cuenta que necesitas la cuchara chupeteada para llevarla con el plato. En ese momento, sorprendido, te la da. Pero te la da por el lado chupado. Gracias, muy amable.

Los cubiertos sirven para comer. Para evitar que se lleven la comida a la boca con los dedos. Sirven única y exclusivamente para eso, así que úsenlos con su fin, ¡por favor!

 

La pasaplatos sentimental

Los camareros también lloramos. Y sufrimos. Y se nos muere un familiar. Y también se nos escapa gente de la vida la cual tenía que quedarse para siempre.

Hoy no me da la gana de hablar sobre trabajo. Porque es mi día de fiesta e intento pensar lo más mínimo. Porque los camareros tenemos vida y no es un mundo de flores ni somos los psicólogos de nadie… es más, a veces los necesitamos nosotros mismos.

A veces vamos a trabajar habiéndonos levantado con el pie izquierdo y no tenemos ganas de nada. Pero a las 13.30 h. somos personas nuevas, las cuales no tienen problema alguno.

Si algún día, a un camarero se le nota ese mal día, pido disculpas en nombre de todos… porque también sufrimos.

Bona nit-