La culpa la tiene la hostelería

Sonará a cliché, pero hay que hablar sobre la repercusión de la Covid en el sector hostelero.

¿Habéis pasado unas buenas navidades, eh? Momentos de risas, comer hasta reventar, ir a la casa del pueblo a reencontrarte con tu familia… MEEEEEC, ERROOOOR. Y mientras, los restaurantes sacándose las castañas del fuego preparando menús take away a mansalva porque tienen que facturar de alguna manera para (ya no digo salir) mantenerse a flote.

¿Qué ha ocurrido después de las – validadas por nuestro gobierno – fiestas? Pues que volvemos a estar en la mierda. Tanto económica como saludablemente.

Y si tiramos para atrás, ¿qué tal fueron las vacaciones de verano? Todos – cumpliendo las respectivas normas de seguridad pertinentes – relajaditos en su hotel, tomándose un mojito en la tumbona de la piscina, yendo a la playa… pero, ¿qué pasa después? que nos volvemos gilipollas y exigentes cuando pasamos por la puerta del restaurante.

Señores, las normas son exactamente las mismas dentro y fuera del local de un restaurante, bar, etc.

Antes de pasar a una anécdota de este pasado verano, en un restaurante cuya seguridad era estricta, voy a hacer un recordatorio de las normas básicas que debe cumplir el cliente dentro de un local.

  • Adecuarse a los horarios y ser puntual. Ni antes, ni después de la hora acordada.
  • No amontonarse si hay cola de espera ( la cual debería ser nula si el cliente es obediente y acude al restaurante a la hora de la reserva) y esperar a ser atendido por el personal.
  • Ponerse gel hidroalcohólico nada más entrar ( el cual el mismo restaurante ya dispone, e incluso recuerda su uso ).
  • SÓLO sacarse la mascarilla cuando el cliente esté sentado a la mesa. Eso significa: que si tienes que ir a mear, te la pones. Que si tienes que salir a fumar, te la pones. Que si quieres ir a saludar al de la mesa de la otra punta del local, te la pones.
  • ¿Es necesario decir que también hay que lavarse las manitas después de hacer popó? HAYA VIRUS O NO, marranotes.

Creo que la parte del cliente es más o menos clara. El problema viene cuando el cliente no es consciente que el personal de restaurante también acata unas normas que, parece ser, pasan desapercibidas.

  • Hay la distancia establecida entre mesa y mesa.
  • Hay la ventilación adecuada (aunque el personal se esté muriendo ahogado en plena ola de calor).
  • Los cubiertos, y menaje en general, están repasados con antiséptico ( alcohol, vinagre, agüita hirviendo de la cafetera… ).
  • Los utensilios de aceiteras, saleros, etc, o bien se desinfectan después de cada uso, o se sirven de manera individual para que no haya cruce de gérmenes.
  • El personal de sala se desinfecta las manos antes y después de pasar o retirar un plato de la mesa.
  • No nos sacamos la mascarilla ni aunque estemos a 35ºC.
  • Hay un límite de aforo y de comensales por mesa.

Bien, después de hacer un recordatorio de cosas evidentes que deben estar más que aprendidas, pasaré al hecho en cuestión:

Un buen señor tenía una reserva para 6 comensales. Se le recordó el protocolo: gel para manos antes de entrar y uso de mascarilla desde la puerta hasta su mesa. El señor se ofendió; nos lió un cristo porque no le salía de los mismísimos cojones ponerse la mascarilla. Su familia lo mandó a callar y se la hicieron poner.

La liada no viene ahí. La liada viene cuando mi compañera de sala le da en mano su servilleta una vez el señor se sienta a la mesa:

– ¿Me estás diciendo que me ponga la mascarilla para ir por el restaurante y esta chica me da la servilleta con la mano habiendo tocado de todo?

Bueno, personalmente, no soy muy fan de entregar una servilleta de lino con las manos: se puede ofrecer teniéndola en una bandejita; se puede pincear; se puede dejar su plato de presentación con su correspondiente servilleta… en fin, qué os voy a contar yo de protocolo. El caso es que este señor, después de haber estado tomándose su mojito a la verita de la piscina, yendo a la playa pasándose por el forro de su bañador slip las normas de seguridad, nos viene a un equipo formado a enseñarnos cómo hacer nuestro trabajo, sin tener en cuenta que tenemos las manos literalmente quemadas del uso de gel.

Entonces, he aquí mi duda ( o recriminación ): ¿de verdad la hostelería se merece esto? Oficios como el nuestro, centros de estética, estudios de tatuaje, centros dentales… llevamos años de ventaja en las normas de seguridad. ¿Cuántas veces veis que se desinfecte / esterilice un vagón de metro después de cada uso? ¿Cuántas veces os ha tosido alguien en la cara mientras paseabais por el centro de Barcelona? ¿Cuántas veces os habéis comido el sobaco de un runner en el bus?

Primero, conciencia civil. Después, restricciones justas y con sentido moral, por favor. Que nos están jodiendo por todos lados. Que hay alquileres de locales que pagar, producción con su correspondiente precio de coste y personal que mantener.

Os lo dice una parada.

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