Extranjeros y nacionales

Cómo se nota el país en el que hemos sido educados… soy catalana, nacida en Barcelona. De padres catalanes y abuelos no tan catalanes, y aún así todavía sé cómo comportarme en un restaurante.

Resulta que trabajo en un restaurante en el cual el 90% de los clientes son extranjeros: (el autocorrector me acaba de recordar que no se escribe «estrangeros» ._.) americanos, ingleses, nórdicos e incluso asiáticos.  El otro 10% podéis imaginaros de dónde vienen y de qué clase social son.

¡¡Bendito cliente americano!! Si le pides que venga a las 13.30 h., está a las 13.29 h. Si le pides que no venga en bermudas y sandalias con calcetín blanco, te aparece con traje y zapatos Oxford recién lustrados. ¿El de aquí? Te viene por fascículos y a la hora que le sale de las narices. Y hechos un cromo recién salidos del UVA.

Anteayer, un sábado al mediodía (ese día que nos encanta a los domingueros, si se cierra los domingos) vino una mesa de dos matrimonios DE AQUÍ. Pero no de aquí del Poblenou… de aquí de Sarrià. La reserva era a las 14.30 h. (tócate  los huevos). Uno de los matrimonios llegó a las 14.45 h. y el que aparcaba – típica excusa – a las 15.00 h. Ya empezamos mal: cuando la mesa tendría que haber empezado a las 14.40 h. empezó a las 15.15 h. Te piden dos Bitter Kas y dos cañas. Empezamos de puta madre. Sólo les faltó pedirnos unas olivitas «o algo». Comenzamos la mesa con un maridaje bastante de aquí: (de los que nos gustan a los domingueros, vaya) un vermut con sifón y unas tapas -las olivitas y el «algo»-. Me dispongo a explicar el maridaje y sudan de mi santa cara… es más interesante pasarse las tres horas de comida hablando de política; ese tema que nos encanta tocar en la mesa y en família (si es que somos originales -y cutres- hasta para hablar de algo). Y así fue durante todo el mediodía: intentando pedir permiso (y disculpas) para explicar vinos y platos. Tener que volver a repetir la explicación porque: Ay, ¿qué ha dicho que era esto? Y tener que pedir perdón varias veces porque le has pisado… porque estaba en postura terracita del bar.

Pero vienen 20 clientes extranjeros y te sabe a gloria. Porque vienen a su hora; hablan de lo bien que están comiendo y se sientan como Dios manda.

¿De aperitivo? Pues dos copas de cava o de champagne, como debe ser. ¿Pedir? En dos minutos lo tienen clarísimo. ¿Explicar maridaje de vermut? Se callan y lo flipan en colores. ¿Explicar los platos? Dejan de hablar de lo felices que son para escucharte. ¿Cafés? Dos espresso. Ni infusiones ni hostias. ¿Copas? «No, gracias. Estamos bien :)». Uno de aquí te hubiera pedido un carajillo de Brandy y luego un Gin&Tonic, cuando los extranjeros se lo  toman de aperitivo (Challenge accepted). Y se terminan el último sorbo de café, alaban tu trabajo, te dejan una propina contundente, y se van. ¿Los de aquí? No hase falta que dises nada más.

¡¡Dios bendiga al cliente extranjero!!

Fuera del restaurante

¿Por qué cuando le dices a alguien al azar que eres camarera se imagina que trabajas en un bar sirviendo cafés y copas? A los camareros o a los que se dedican a la hostelería nos tomamos mucho tiempo -y necesitamos paciencia- para explicar en qué consiste nuestro trabajo. ¿Y si soy camarera del Celler de Can Roca? Se le sigue llamando camarera. ¿Y si soy camarera de un restaurante gastronómico (que no quiere decir que tenga estrella Michelin)? Sigo siendo una camarera. Y sí, paso platos. Y antes del servicio barremos y fregamos. Y limpiamos los váteres que han ensuciado. Y cuando empieza el servicio, a parte de pasar platos, les explicamos qué están comiendo. Y si se les termina el agua que tienen en el vaso, le servimos más. Y si se le cae la servilleta o se va al baño, se la cambiamos por una limpia.

¿Y los horarios? Sí, señores… me levanto a las 10 de la mañana y voy dormida por la calle… NO, no vengo de fiesta. Llegué a mi casa a las 2.00 h. de la madrugada. Si una chica de la Cruz Roja me para por la calle a las 19.45 h. y le digo que no tengo tiempo para responderle una preguntita, no es porque me vaya a tomar unos Gin&Tonic con las amigas, ¡es que entro a las 20.00 h.! Sí, los camareros hacemos turno partido… y sí, más de las 8 horas que hace usted en su oficina, las cuales tienen tiempo para comer en un restaurante. Nosotros, comemos a las 12 del mediodía -si es que ese día da tiempo, porque hay veces que no comemos-. Y cenar… digamos que guarreamos algo de la nevera a las 19.00 h. antes de volver al trabajo. Por eso nos acostamos a las 2.00 h.; porque hace una hora he salido de un restaurante a rebentar el cual me deja activa durante un par de horas; porque llego a casa muerta de hambre ya que hace ¡¡¡5 HORAS!!! que no me alimento como una persona normal.

Si voy casi corriendo por plena Rambla de Catalunya no es porque llegue tarde a mi clase de Pilates. Ni porque me joda que se mire bolsos Michael Kors por Passeig de Gràcia (bueno, un poco sí…) a paso de tortuga. ¡Es que entro a currar en 15 minutos y me pone histérica ir lenta gracias a usted! :3

Aunque no lo parezca, el ritmo de vida de un camarero (o cocinero) no es el mismo que el de los demás. Muchas veces envidiamos esos horarios de 8 horas; el llegar a casa a las 18.00 h. de la tarde; ir al gimnasio un rato… pero los que nos dedicamos a la hostelería no podemos disfrutar así de ello. Incluso los días libres no nos cunden: estamos cansados; nos encanta comer pero la mayor parte de restaurantes cierran; nos levantamos tarde para recuperar las horas perdidas de sueño… ¿Pero verdad que me levanto a las 07.00 h. algún día puntual porque viene el fontanero a arreglarme el váter, e intento no quejarme? Pues intenten entender la vida de un hostelero, que es muy dura… pero aún así me da para escribir unas líneas porculeras.

Los platos

Hace unos días tuve una «queja» de unos clientes sobre dónde les coloqué sus platos de pan. Ellos estaban dispuestos a la mesa de la siguiente manera:

2015-10-12 15.57.42Los camarer  os (o almenos la mayor parte de ellos) sabemos que por norma general y protocolaria, el plato de pan se pone en el lado izquierdo del comensal, tal que así:2015-10-12 15.58.29

Desgraciadamente, en algunos restaurantes, el protocolo no es suficiente. Pues trataremos de molestar lo más mínimo a nuestros clientes. Es por eso que en momentos dados el protocolo tiene que ser saltado y ponérselo fácil al comensal. ¿Por qué? En este caso, los clientes están de espaldas a la pared, es decir que yo como camarera no puedo pasar detrás de la SRA. (entre pared y silla) y colocarle el plato a su izquierda, porque provocaría hacer mover su silla y en general, molestarla. Es por eso que en casos como estos, pondré el plato de pan de la SRA. a su derecha. Se vería de este modo:2015-10-12 15.58.59

Que aún así, queda bastante cuqui.

Pues bien, esta aclaración la hago por dicha queja. Una vez coloqué los platos y oí cómo murmuraban algo entre ellos, el SR. llamó al jefe de sala y le dijo que la chica había colocado mal el plato de pan de su esposa. Pues tan mal no lo coloqué. Pero si prefiere yo le hago el protocolo a rajatabla y le refriego la axila a su esposa. No pasa nada.

Eso sí… y cuando yo debería quejarme de sus malditos teléfonos móviles, ¿qué? Es súper agradable ir cargada con dos platos y no poder colocarle el suyo porque tiene el móvil entre cubierto y cubierto. O mejor todavía, aguantar su cara de «me ha caído una gota de agua en el móvil» porque le estaba sirviendo cava (los culos de las botellas suelen gotear una vez las sacas de la cubitera… aclaro). O… las migas de pan. Usted me mira raro porque no le retiré todas las migas de pan… ¡las cuales estaban rodeando su teléfono móvil!

Yo soy una persona que usa el móvil en los restaurantes… soy la típica que saca fotos de platos, etc, etc. Pero en cuanto veo llegar un camarero, me meto el teléfono debajo del culo para no estorbar a nadie. Hagan ustedes lo mismo… o déjenlo en su casa.

Quiero comentar una última cosa: los camareros sabemos lo que hacemos. Si le dejo el plato de pan a su derecha no es porque me haya olvidado en estos últimos siete años, dónde se coloca. Todo tiene un por qué. Como dice mi novio: relájate y disfruta. Viene a comer y a que se le trate bien, no a que le hagan las cosas mal para que luego tenga que comentarlas.

Hasta el próximo MiniMonóloGourmet (Mini, porque no tengo tiempo de más).

El vino, y demás

  • El cava/champagne y vinos en frío:

«Tráenos un cava Recaredo. ¿Lo tienes frío?»

Y se me repite esa pregunta en la cabeza durente el minuto que voy a buscar el cava. Haré una aclaración para los que no sepan qué hacemos cuando nos llegan pedidos de vino/bebidas. ¿Se piensa usted que el cava no está en frío? ¿Se cree que lo tengo en el horno a 250ºC para servírselo a usted? Pues… no.

En los restaurantes hay distintas neveras y/o cavas para dejar el vino. Unas a unos 12-13ºC (para tintos) y otras a unos 5-6ºC (para blancos/rosados/cavas/champagnes). En cuanto a un restaurante les llega un pedido de vinos (que suele ser por la mañana, mucho antes de que empiece el servicio) lo primero que se hace es poner las botellas que faltan en sus respectivas neveras. Es más, quitamos las que ya estaban frías para poner las que acaban de llegar para así dejar las que estaban bien frías (o a su correcta temperatura) delante para tenerlas a mano una vez nos pidan una botella y no cometer el error de servir una de las que acaban de llegar. Hasta aquí, todo bien, nada difícil de comprender.

Pero luego llega el que te pide una botella de blanco  – o tinto, en algún caso – (que está en sus respectivos 5ºC) ¡y te dice que está caliente! Pero a ver, ¡tomarse un blanco a -10ºC no sirve de nada! Si de verdad me está pidiendo un blanco o rosado, congelado – o lo que es peor, con cubitos de hielo en la copa – ¡es que el vino no le gusta! Por favor, fíese de lo que le dice el camarero, o de cómo tiene refrigeradas las botellas.

  • Servir el vino:

Luego, hay una cosa que me hace reír y cabrearme a la vez. Y no cabrearme porque se me haya tratado mal o dicho alguna cosa que no tocaba… es que puede salir usted «lastimado/a». Señor, señora… si no quiere que le sirva más vino, me lo dice. Es muy sencillo. Pero por favor, ¡no me ponga la mano encima de la copa cuando ve que voy directa a servirle! Esto no es un banquete de boda, ni la cena de Reyes con su familia. Si usted me pone la mano cuando tengo la botella inclinada, le echaré el vino por la mano. Y usted se cabreará… y yo también porque le eché vino en la mano. Así que, si alguien no quiere más vino, me lo dice. Y si en su defecto llego tarde y ya le estoy sirviendo, deje que le sirva un dedito de vino y ya pararé cuando usted me mande.

  • Las copas:

Nosotros colocamos las copas por una razón. Si en un restaurante el agua se sirve en vaso y el vino en copa, (ahora no entraré en detalles de tipos de vino y tipos de copa) colocaremos la copa de vino a la izquierda del vaso de agua. El motivo es muy simple: si yo vengo por su derecha y le quiero servir agua y el vaso está a la derecha de la copa de vino, no habrá problema alguno. He aquí un croquis de lo que me refiero:

20151005_121856Pero si le coloco la copa a la izquierda del vaso de agua y cuando vuelvo para servirle, me ha movido la copa, me joderá la marrana. Tendré que meterle el brazo izquierdo, rozarle la espalda con una teta, molestarlo en general… y ponerle la copa en el sitio correspondiente. Si le vengo a servir por su derecha y la copa está de cualquier manera, será incómodo para todos, ya que la copa de vino al ser más alta, me obstaculizará el vaso de agua, que, evidentemente es más bajo. He aquí otro croquis:20151005_121847 Lo que mencionaba antes… si usted se fía de lo que hace un camarero, no habrán demasiados problemas. Déjese guiar y llevar.

Y por cierto: pedir un decantador no es guay. Y menos si quiere que le decante un Pago de los Capellanes Joven, que es aún menos guay.

Clientes y reservas [EDITADO]

Vuelvo a este post para editarlo. En las últimas 24 h. (desde que lo publiqué, básicamente) he recibido críticas buenas y no tan buenas. Quizá haya empezado demasiado a piñón o quizá no. Pero como soy una persona a la que no le gusta que piensen que insulto a la gente (sin embargo, no tendría ni que excusarme ni dar explicaciones… ni tan siquiera pedir disculpas) voy a dar una pequeña explicación de todo esto, para que se sepa a quién va dirigido.

Los clientes son como son, nadie nace enseñado, ni siquiera se han dado directrices de cómo debe ser y/o comportarse un cliente. Este blog va dedicado para camareros; maîtres; jefes de rango; runners; el último ayudante de camarero, que sé perfectamente que piensan esas cosas en según qué momento. La gente que ha leído esta última entrada, que sé que se dedica a ello, se ha descojonado de risa porque han vivido esos momentos. Pero la gente que es meramente un lector -y cuando digo lector no hablo de que se dedique a otra cosa, si no de lectores que les gusta comer y beber, y a veces tocar las naricillas (de hecho estos últimos serán los que más me critiquen)- podría tomárselo a mal. Me disculpo si he creado ese sentimiento en alguien, pues no es mi intención. El objetivo o la meta de este blog, es que los hosteleros se rían porque han pensado esas cosas miles de veces y se han reído para sus adentros. Lo que tengo muy claro es que no pretendo trascender, no quiero ser «Marina la que escribre blogs cagándose en los clientes», básicamente, porque no lo hago.

Editado el 24/09/2015

Marina

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Bueno, creo que ya me he hecho suficiente de rogar… así que allá vamos.

Quería empezar por un tema que sería de los últimos de los que hablar, pero no tiene demasiado sentido empezar por el final. Así que me dispongo a hablar sobre los clientes y reservas.

En este caso empezaré por las reservas telefónicas y las conversaciones que se pueden llegar a mantener:

  • Restaurante «x», le atiende Marina.
  • Hola, ¿estáis abiertos?

(No, es que cuando tengo fiesta me da por venir a responder al teléfono)

  • Sí, claro. ¿Es para hacer una reserva?
  • Sí, para 4 personas en 10 minutos.

(Claro, llamas para «reservar» en 10 minutos… eso no es reservar: es venir de paso pero con un margen de aviso de 10 malditos minutos)

  • Señora, lo siento mucho. Hasta dentro de una hora u hora y media no tendremos sitio, ya que a las 14.00 h. vendrá la mayor parte de la gente y podría colapsarse el servicio y hacerlos esperar.
  • Bueno, pero ¿eso significa que hay dos turnos… o cómo?
  • No, señora. Hay un solo turno y hay sitio de sobras. Lo que pasa es que tenemos varias mesas que llegan a la misma hora y el hecho de colapsarnos haría que tuvieran que esperar en la mesa sin poder ser servidos.
  • Es que somos amigos de «x»… ¿podría ponerse «x» al teléfono?
  • Sí, señora. En seguida se lo paso…

Y como es de esperar, esta señora ha tenido la mesa cuando se le ha antojado. Pero es que encima luego ha tenido las santas narices de quejarse de que el servicio era lento. Que no les han traído las cartas en 20 minutos y que tanto los primeros como segundos platos han tardado mucho…

Luego están los clientes que tienen reserva, pero pueden pasar varias cosas:

  1. Te dicen que tienen reserva a tal nombre, a tal hora, etc… y si tardas más de 3 segundos en encontrar la reserva (de un listado de más de 20, obvio) se te meten en frente de la pantalla del ordenador o del libro para comprobar que están.
  2. No saben ni a qué nombre la hicieron. Y te contestan «ah, yo hice la reserva».
  3. Llegan 30 minutos más tarde. Estos son los que se enfadan si en vez de tener la mesa 12, tienen la 14.
  4. Aparece uno de cuatro comensales. Media hora más tarde aparecen dos más. Y pasadas hora y media aparece el último. Es decir que si tenían (y les suplicaste que fuesen puntuales por el tema del colapso) reserva a las 13.30 h., ha empezado la mesa a las 15.30.
  5. Te avisan por teléfono que llegarían tarde porque vienen del teatro. Pues además de llegar tarde, llegan 2 minutos antes de cerrar la cocina… PERO A VER SEÑOR, ¿USTED SE CREE QUE NO TENGO NI VIDA SOCIAL, NI SUEÑO, NI GANAS DE IR AL TEATRO COMO USTED? Es tan sencillo como avisarnos que llegarán dos minutos antes de cerrar cocina… o de COMER UN MALDITO BOCATA EN EL BAR DEL TEATRO.
  6. Que vienen a su hora, se están su tiempo necesario, pagan, te dan las gracias y se van. Esos son los que más molan.

Y por último, está el colmo de los colmos. Los que ni reservan, ni nada:

Me personifico como recepcionista en mi garita de la puerta:

  • Hola, buenas tardes.
  • Dos.

(¿¿¿¿¿¿?????? ¿Dos? ¿Dos, qué? ¿Poll… en la cara?

  • Mmmm… dos… personas… ¿para comer?

(Y ves que ya están yendo hacia el comedor)

  • Ehhh… perdonen… esperen. ¿Tenían reserva?
  • No. ¿Es necesario reservar?

(¿¿¿¿¿¿??????)

  • Los sábados por la noche suele estar lleno. Déjenme un segundito que les compruebo si hay alguna mesa pagando…
  • Oh, bueno. (Y se hacen los ofendidos)
  • Miren, si se esperan un par de minutitos les preparamos una mesa que acaba de quedar libre

(«»»Desgraciadamente»»», la que se ha quedado libre es la que está en frente de los lavabos. Oh, qué pena, cómo me lamento…)

  • Si me acompañan… ésta es su mesa. Bienvenidos.

Pasan unos segundos y tengo la pareja detrás de mí:

  • Perdona, ¿no tienes otra mesa? Es que estamos delante del lavabo y…
  • No. (NO NO NO NO Y NOOOO) Es la única libre, y las demás mesas todavía están comiendo primeros y segundos platos.

:)))))

  • Vale, gracias.

Y cuando se van, al cabo de dos minutos de salir por la puerta -y no dejar un mísero euro de propina- te escriben una crítica en el TripAdvisor diciendo que «qué poca vergüenza ponernos delante de los lavabos, que el servicio ha sido lento y desastroso».

Sí, estimados clientes… eso es lo que pasa por nuestras cabezas cuando nos aparece según qué tipo de persona.

Espero que compartáis estos pensamientos conmigo, porque si no, apaga y vámonos.

Hasta el próximo MonóloGourmet, lectores.

Sueño lúcido

Esta madrugada, sobre las 5.00 h., he decidido abrir este blog. Me ha llevado todo el día decidirme en cómo hacerlo, o simplemente en si debía hacerlo o no. El caso es que anoche me acosté allá a las 2.00 h. de la madrugada (es lo que tiene ser camarera de restaurantes gastronómicos) y en un momento dado empecé a soñar. Soñé que hacía un monólogo – entre compañeros de trabajo –  sobre mis «quejas» del no saber-comportarse un cliente en un restaurante (cosa que hago contínua y menalmente mientras trabajo) Al despertarme sobre lo gracioso que era mi monólogo, en cuestión de unos segundos imaginé publicar mis quejas con gracia en un blog. ¿Y qué pasó? Sencillamente me volví a dormir, esta vez, soñando que abría un blog y que se iba a llamar «Monólogos Gourmet», pero el que he terminado decidiendo me ha parecido más hipster y adecuado. Después de explicarles mis sueños lúcidos tanto a Rita (la hostess del restaurante en el que estoy) y a Judit (la correspondiente directora) he decidido aposentarme en el sofá y darle al teclado.

Así que aquí estamos, con un par de ideas sobre lo que voy a escribir… de hecho, uno de los temas también los he soñado y lo voy a publicar en breves.

Dejando de lado mis expectativas en cuanto a esta idea descabellada, aprovecho para  presentarme. Mi nombre es Marina y me dedico a la hostelería desde los 17 años. Empecé con la intención de ser cocinera, pero como tenía cierto miedo escénico, decidí estudiar el mundo de la restauración desde el punto de vista de un camarero. Es decir, que desde los 20 años (hasta ahora, mis casi 25) estoy metida en el mundo de la sala.

Espero que tanto hosteleros; como clientes o chafarderos, le echéis un ojo a esto. Pues me gustaría hacer saber a la gente cómo se siente un camarero con según qué tipo de clientela.

Hasta la próxima, y primer monólogo 🙂